El año que termina nos deja más preguntas que certezas, más aprendizajes que festejos, y una verdad imposible de esquivar: San Luis atraviesa un momento bisagra. No es un tiempo más. Es un tiempo de balance profundo, de introspección colectiva y de decisiones que marcarán nuestro futuro.

Durante estos meses vimos cómo se consolidaron problemas que no nacieron ayer: el desgaste de las instituciones, la falta de oportunidades para nuestros jóvenes, la angustia de quienes trabajan y no llegan, y el cansancio de una sociedad que siente que siempre da más de lo que recibe. También vimos cómo el poder, cuando se aleja de la gente, pierde sensibilidad, escucha y sentido común.
«La coherencia —entre lo que se dice y lo que se hace— no es un eslogan, sino una obligación moral.»
La contabilidad del poder y el vaso casi lleno – Por Luis Armesto
Pero este año también nos mostró algo que no suele ocupar titulares: la fortaleza silenciosa del pueblo puntano. La del que madruga, la del que no baja los brazos, la del que cuida a su familia, la del que cree que San Luis puede estar mejor aunque le hayan enseñado durante años a resignarse. Esa fuerza existe, late, y es real.
Personalmente, este año me confirmó que la política solo tiene sentido si sirve para transformar la realidad y no para administrarla. Que no alcanza con describir los problemas: hay que animarse a enfrentarlos. Y que la coherencia —entre lo que se dice y lo que se hace— no es un eslogan, sino una obligación moral.
El año que viene espero un San Luis que se anime a discutir su rumbo. Que deje atrás el miedo, el silencio impuesto y la lógica del sometimiento. Espero una provincia que vuelva a confiar en el mérito, en el trabajo, en la educación, en la producción y en la libertad. Una provincia que entienda que el futuro no se hereda: se construye.
Espero también una ciudadanía más protagonista, más exigente y más unida. Porque ningún cambio verdadero se logra desde la comodidad del espectador. San Luis necesita hombres y mujeres comprometidos, con pensamiento crítico, con valores firmes y con amor genuino por esta tierra.
Y en este cierre de año, quiero dejar una reflexión que va más allá de la política. En los momentos difíciles, la fe no es evasión: es sostén. Es esperanza activa. Es la certeza de que no estamos solos, de que incluso en la noche más oscura hay un propósito, y de que los pueblos que creen, resisten y trabajan, siempre renacen.
Que el año que comienza nos encuentre con más verdad que miedo, más coraje que resignación y más esperanza que enojo. Que Dios bendiga a cada familia puntana. Y que San Luis, con fe y decisión, vuelva a ponerse de pie.
Carlos Gonzalez D´Alessandro



